Aunque parezca mentira, la plaza de Las Ventas tenía más de Punxstawnwey que de la capital de España. Como en las peores pesadillas, atrapados en el tiempo, todo parecía igual que hace un año por estas fechas. ¡Ha empezado San Isidro!.
Poco ha cambiado desde hace 365 días. Apretón de última hora, las caras de siempre, los comentarios de siempre, las músicas machaconas de Castuera al ataque (falta mucho para llegar al nivel de Pasodoble), los "hola que tal" y... el naufragio clásico de cada año.
Por quinto año, abrió fuego una corrida de Martelilla. Y por quinto año, las peores pesadillas se hicieron presentes. La falta de raza, de fuerza, de todo cuanto debe tener un toro supuestamente bravo fallaron. Hoy, como ayer, se repetía la película.
De los ocho toros que saltaron al ruedo (dos sobreros para abrir boca) sólo valió uno. El quinto, el más grandón y más viejo de la corrida (en un par de meses haría seis años) se movió con algo similar a la alegría y medio galopó cuando su matador le dió distancia y no se acabó en un suspiro como los otros. El toro arrancaba, acudía... pero no se iba.
No dio con la tecla acertada Joselillo. Con más voluntad que acierto, no terminó de encontrarle el sitio ni los terrenos. Se fueron sucediendo los pases y los minutos sin que ninguno se pusiese de acuerdo. Cuanto más cerca le citaba, más se incomodaba el Martelilla. Y a su vez, más cerca lo intentaba Joselillo. Pescadilla sin cola ni historia.
El colorado sexto, otro toro largo, se movió lo suyo. Fue el toro de la corrida. Siempre que no le fallasen las manos, que por el ruedo rodó un par de veces. Emilio de Justo acertó con la distancia y de sus muñecas llegaron los mejores momentos. Torea bien Emilio de Justo. Lo demostró en esta plaza de novillero y se ganó el respeto de Madrid. Supo aguantar de largo cuando tocaba y supo correr la mano y templarse. Mejor en la primera parte de la faena. Con gusto, llevándolo bien y dándole salida. Mejor por el pitón derecho, demasiado perfilero por el izquierdo, donde no le cogió el ritmo y bajó la historia. El toro, noble y con buen son, duró lo suficiente para haberle cortado una oreja con fuerza. La paseó, gracias al empuje de la plaza, pero...
Como si se repitiese la película de Harold Ramis, otro año más hizo el paseíllo Eugenio de Mora. ¿Los méritos? No aprovechar el año pasado la corrida de Peñajara. Y hoy, como ayer, el toledano terminó por no decir nada. Cierto es que su lote fue el más desagradecido de una desagradecida corrida.
El cardenito que abrió plaza, demasiado chico y justo, estaba muerto desde el caballo. A trote cochinero entró y con trote cochinero se lidió. Tenía nobleza el de Martelilla, pero eso en Madrid no torea. Tampoco Eugenio, demasiado machachón y sin ayudar al toro. Al hilo, desplazándolo y sin ponerse de verdad echó los minutos. Algo similar ocurrió con el cuarto, otro toro plomizo con el que se tiró lo suyo. Lo mejor, en ambos casos, la espada.
El primero de Joselillo apenas tuvo historia. Moribundo, el de Valladolid pasó un rato e intentó ponerse una y otra vez por el pitón izquierdo, por el que el Martelilla dijo nones. Su espada, en los dos toros, se fue muy baja.
Emilio de Justo tuvo que parar tres toros para estoquear uno en primer turno. El de Martelilla, tan estrecho como cornalón, fue devuelto porinválido. El sobrero de Moisés Fraile corrió el mismo camino. Lo lastimaron con un puyazo en el brazuelo, comenzó a perder las manos... y para dentro. El sobrero de María Cascón, viejo corraleado, hizo cosas del todo menos buenas. Defendiéndose en el caballo, mal lidiado, terminó por complicarse en la muleta. No le encontró en ningún momento el sitio el cacereño, que pasó un mal rato.
Fuente: Burladero.com
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